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Yuri MatsuokaVie Abr 26, 2019 4:40 am
Yuri Matsuoka
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Yuri MatsuokaD-Arc
Yuri... ¿Cuantas veces hemos caminado en esta playa? —preguntó Floramon mirando a su tamer, quién estaba sentada mirando su reflejo en las olas. Supuestamente, aquel lugar estaba conectado con todo el mundo digital, por lo que la muchacha creía firmemente que encontraría el lugar para regresar a casa. Sin embargo, la búsqueda fue inútil. Día y noche no hubo ninguna puerta hacia el mundo de los humanos.

Yuri... ya esta anocheciendo. —comentó la digimon mientras colocaba su mano-flor en el hombro de la muchacha. Por la hora, era mejor que comenzaran a buscar un lugar para pasar la noche. Además, se podía ver varias nubes a la distancia, como si una llovizna -o quizás hasta una tormenta- se acercara.

Mientras tanto, Yuri veía su cabello desordenado y su chaleco manchado de lodo a través de su reflejo provocado por las olas. No recordaba jamás haber estado tan sucio y desarreglada. Ni siquiera de pequeña. Suspiró apenada mientras se colocaba de pie y dedicaba una mirada a Floramon. —Vamonos, Flora-tan.

Comenzaron a caminar tranquilamente, hasta que notaron que las nubes estaban acercándose, preparadas para el chaparrón. La luna ya se había manifestado en lo alto, provocando que la noche naciera. Finalmente, Yuri y Floramon encontraron varias palmeras juntas, con un par de hamacas que un digimon probablemente abandonó por ahí. Decidieron descansar por un rato, antes de la inminente corrida hacía un lugar seguro de la posible lluvia que atacaría.

La muchacha se acostó en la hamaca, pensando que es lo que debería hacer ahora. Quizás lo mejor era revisar una nueva zona, pero realmente no se atrevía a aventurarse fuera de la zona de confort de Floramon. Fue en ese momento donde aquel misterioso ser se manifestó.

Como si fuera arte de magia, un pequeña conejito blanco de largas orejas apareció y se acercó a pasos suaves. Su pelaje brillaba como si fuera la misma luna. Su mirada inexpresiva pero adorable, parecía de otro mundo. Yuri se sentó en en la hamaca y miró directamente al digimon que había aparecido.

Ehm... ¿Estas hamacas son tuyas? —preguntó la muchacha. No hubo respuesta. El conejito se limitó a mirarlas a las dos, a Yuri y a Floramon. Después de conseguir la atención de ambas, comenzó a caminar hacia el mar.

¿Ya te vas? —preguntó la adolescente sin entender mucho lo que sucedía. El conejito la miró un segundo, antes de voltear hacia adelante y volver a caminar.

Yuri... creo que quieres que lo sigamos... —comentó Floramon colocándose de pie, curiosa ante aquel ser albino. Había escuchado leyendas de un ser místico, y aquel conejito parecía serlo.

Podríamos hacerlo... Quizás nos esta guiando a su casa ¿no? Nos pillo vagando y quiere ayudar ¿no? —preguntó Yuri ilusionada, mientras comenzaba a seguir al conejo. Floramon no compartía su opinión, pero igualmente siguió al conejito, quién misteriosamente, no dejaba sus pisadas en la playa.

El final del periplo era donde el mar y la arena se conectaban. Habían siete huevos gigantes enterrados en la playa, cada uno con un diseño característico. Las olas tocaban suavemente los huevos, moviendolos un poco. Posiblemente cuando la marea agarrara fuerza, se los llevaría.

Flora-tan, esto es...

Son huevos de digimon. Parece que los dejaron abandonados aquí...Pobres bebés...

El conejito blanco se paró en frente de Yuri, estirando su mano. La rubia entendió que debía tomarla y lo intento, pero el conejito no parecía interesarse en corresponder. El pequeñín caminó hacia el huevo mas cercano e hizo una seña con su manito, para que Yuri se acercara. A continuación, acercó su manito al huevo, esperando que la rubia lo imitara y tocara lo que se convertiría en un digimon en un futuro.

Por favor... Ayuda... —pronunció el pequeño ser. —La tormenta se acerca... Ellos están solos...

A pesar de las pocas palabras, Floramon y Yuri entendieron que debían hacer. Aquel digimon les estaba pidiendo que protegieran aquellos pequeños de la catástrofe que venía en camino. La muchacha rubia agarró el primer huevo.

Es más pesado de lo que pensé... —se quejó. Los huevos eran el doble de grandes que sus manos. Sería difícil para ella sola llevárselos todos. —Oye... ¿Donde debemos llevarlos? —preguntó Yuri mirando hacia donde supuestamente estaba el conejo blanco, pero este ya había desaparecido.

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Sephyr JaeggerSáb Mayo 11, 2019 5:02 am
Sephyr Jaegger
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Ya no se le hacía extraño caminar por la playa o siempre acabar en sus orillas cuando menos lo pensaba y aparentemente, su compañero digimon tampoco.

A pesar de no saber con exactitud el tiempo que había transcurrido desde su primera incursión al Mundo Digital, Sephyr podía notar la diferencia que él mismo tenía para con su digimon y viceversa: ambos seguían teniendo sus diferencias en opiniones, pero ahora eran un poco más abiertos el uno con el otro y hasta podían mantener alguna que otra corta conversación.

Parecía que al fin se estaban llevando bien, que finalmente podían comenzar a llamarse compañeros en toda regla... Sólo había un problema, y uno bastante grande: seguían sin poder ponerse de acuerdo en algo. Y para hacer las cosas peor...

-Por favor, necesito su ayuda...- un digimon luminiscente blanco y casi de apariencia conejil según Sephyr los había atajado antes de que la discusión sobre dónde acampar se acalorara más. Impmon gruñó y preparó dos dedos para atacar siendo inmediatamente detenido por el chico azabache

-¿Qué necesitas de nosotros?- preguntó el humano con cautela y sin bajar la guardia. El digimon luminiscente señaló hacia adelante y él volteó a ver... ¿Esos eran siluetas ovaladas? Más curioso de lo que quería admitir, humano -y por consiguiente digimon diablillo- se dirigieron allá sólo para encontrarse con cierta chica

-... ¿Yuri? ¿El conejo también te ha pedido ayuda?- preguntó, confuso al ver todos los huevos -A esto se refería con ayudar...- No estaba en sus planes ser entre comillas padre, pero no tenía más remedio que aceptar el reto. Al menos no lo haría solo.

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Yuri MatsuokaMar Mayo 14, 2019 1:04 am
Yuri Matsuoka
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Yuri MatsuokaD-Arc
Yuri se esforzaba para agarrar otro huevo sin dejar caer el otro que llevaba en brazos. Era más difícil de lo que había pensado. Floramon intentó también ayudarla, pero el máximo de huevos que podría cagar no era más de tres. Era imposible que solas pudieran sacar todos los huevos de la arena, sumando el hecho de que debían encontrar un lugar donde refugiarse de la lluvia, como una caverna o algo por el estilo. Yuri recordó la gruta de las joyas preciosas, pero aquel lugar quedaba demasiado lejos.

Aunque no estaría nada mal que aquel par se apareciera por aquí... —pensó nuestra muchacha rubia, recordando aquella aventura tan peculiar. Yuri claramente necesitaba ayuda, y había aprendido que en esos dos se podría confiar. Bueno, realmente no eran los seres mas cuerdos que Yuri podría conocer, pero para empezar, ningún humano atrapado en el mundo digital parecía obedecer al sentido común.

Esa voz... ¿Sephirurun? —preguntó la chica al ver al muchacho mientras levantaba la cabeza, llevando consigo aun solo un huevo. ¿Acaso una fuerza del mundo digital escuchó sus deseos y trajo al muchacho frente a ella? Al parecer, sí. Aquel conejo blanco no dejó a Yuri y Floramon solas en la labor de proteger los huevos, sino también trajo a otra persona al lugar. Aquel ser era mas considerado de lo que parecía.

¡Rápido, Sephirurun! ¡Ayúdame a cargar los huevos y llevarlos a un lugar seguro! —pidió la chica. Aunque esta no tuviera ni idea lo que podría ser un lugar seguro para esconderse de la futura tormenta.

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